sábado, 16 de junio de 2012

"El Jim Thompson español" por Lorenzo Silva


  • 'No llames a casa', uno de los libros más logrados del género negro español
  • Relata crímenes en los que se ven envueltos buscavidas desahuciados
  • El lenguaje es terso, denso y de una expresividad y una brillantez infrecuentes
  • Contiene en fin la novela un soberbio retrato de la Barcelona de hoy mismo

Lorenzo Silva | Madrid - El Mundo

Dentro del género negro norteamericano (si lo anterior no es un pleonasmo, como decía François Truffaut de la expresión "cine norteamericano") existe desde hace mucho tiempo una variedad que podríamos denominar la novela de criminales. Es decir, aquella que adopta no el punto de vista del investigador o del defensor del orden social frente al delito, sino justo el opuesto: el del delincuente infractor y perturbador de dicho orden. Es una perspectiva siempre algo desasosegante para el lector, que halla su máxima expresión y su paradigma clásico en la obra del novelista Jim Thompson y, si uno quiere concretarlo aún más, en su tan breve como prodigiosa El asesino dentro de mí.
No es Thompson el único que borda el subgénero: ilustres ejemplos son también Hijo de Dios, de Cormac McCarthy, alguna película de los Coen y muchas de Quentin Tarantino. Dejamos aparte el cine de mafiosos, desde El Padrino hasta la reciente (y excelente) Boardwalk Empire, porque la peculiar organización de sus protagonistas determina un subgénero propio.
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En España, la novela de criminales, al modo de estos autores y cineastas, no ha tenido excesiva representación hasta la fecha, dentro de un género negro que empezó además a desarrollarse con mucho retraso. Mal podía practicarse una narración que describe, por fuerza, la fracción disfuncional de la sociedad, en una sociedad donde el titular autoritario del poder (o mejor dicho, del mando) niega la posibilidad de que el ejercicio de éste por su parte deje lugar a disfunción alguna. Y más improbable aún era que antes de 1975 se insinuara siquiera este tipo de relato al que nos referimos, que sitúa la óptica desde la que se cuenta la historia en el corazón de la propia disfunción.

Desde el advenimiento de la democracia hay autores que han explorado el camino, con acierto y resultados sobresalientes: tal es el caso, por ejemplo, de Julián Ibáñez, con novelas tan poderosas y bien resueltas como Giley. O de Enrique Urbizu, con películas como 'Todo por la pasta', 'La vida mancha', 'La caja 507' o 'No habrá paz para los malvados'. Pero no ha dejado de ser una corriente minoritaria, y los enfoques de Ibáñez o Urbizu, de una dureza descarnada, tienen singularidades que los alejan de las novelas de Thompson y reflejan otras preocupaciones.

Género negro español, en mayúsculas

He aquí, al fin, que tenemos a quien podríamos llamar, siguiendo la tendencia anglosajona a la etiqueta espectacular (que es siempre inexacta, incluso un poco necia, pero efectiva), el Jim Thompson español. Se llama Carlos Zanón, vive en Barcelona y nació en 1966. Lo ha conseguido con sólo dos novelas: 'Tarde, mal y nunca', una ópera prima que ya pisaba fuerte, y la reciente 'No llames a casa', que es uno de los libros más logrados que ha dado el género negro español en la última década.
Carlos Zanón.
Carlos Zanón.

Zanón nos lleva al meollo de una serie de crímenes en los que se ven envueltos un grupo de buscavidas desahuciados de la sociedad, a quienes se les ocurre la brillante idea de ganar dinero fácil extorsionando a hombres y mujeres casados (y socialmente integrados, lo que los convierte en antagonistas suyos) a quienes ven salir de casas de citas en compañía de personas que notoriamente no son sus cónyuges. Los tres personajes principales, dos hombres y una mujer, son ruines y canallas sin paliativos; los tres, a la vez, son unos desgraciados que sufren de las más diversas formas la condena de estar en sus pellejos.

No hay nada que investigar, pero la intriga y el deseo de seguir leyendo para saber qué va a pasar con esta gentuza es irreprimible. El relato es crudo y eficaz, pero el lenguaje de Zanón es terso, denso y de una expresividad y una brillantez infrecuentes (excepción hecha de algún calco del catalán, común en el habla del español de Barcelona, pero que mejor habría sido evitarle al narrador en tercera persona).

Las relaciones humanas que se nos exponen están, todas ellas, degradadas, pero No llames a casa acaba siendo una radiografía de las relaciones personales, de todos y de cualquiera, que desde la emoción estimula la reflexión y rezuma la sabiduría de quien sabe atribuir el daño a sus responsables, sin negarles su lado noble ni caer jamás en el barato expediente de la culpa, que todo lo simplifica.

Contiene en fin la novela un soberbio retrato de la Barcelona de hoy mismo, con todos sus contrastes. No rehúye espetarle a la cara, a la propia Barcelona y a sus conciudadanos, el inventario de sus peores fealdades: quedan éstas señaladas una por una, por su nombre y sin ambages, pero con la legitimidad de quien habla sobre la base de vivir y amar lo que cuenta. Con la lucidez y la limpieza de su mirada, y la belleza de su prosa, el autor muestra también las luces más genuinas y ocultas, incluso paradójicas, de una ciudad por lo demás fascinante.

El año 2012 no podía empezar mejor para la novela negra española. Hay que leer a Zanón. Es una apuesta segura.

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